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Ida de olla

Memorias de una enferma mental Yo no escribo tio, que a mi se me va la olla, como en la que hago la comida a las 3 AM para servirtela calentita en tus sueños. Aquí estás en territorio de la "pirada" "chiflada" "está como una cabra" por eso no llegas a alcanzarme y que no, no pasa nada joder (solo la vida). Que la sociedad ha tenido que excluir en ocasiones a los enfermos mentales del conjunto, tal vez aquí podemos observar el punto de encuentro entre la figura del demente y del escritor. Van Gogh arrancándose la oreja, Verlaine intentando prender fuego a su esposo, y siempre vuelvo a Bukowski... Jovenes escritores; bebed mucho, joded mucho y fumad muchos cigarrillos. Los viejos si aún seguís vivos, no necesitáis consejos.

Querido J

Esto es como cuando empieza algo, y no sabes por qué ni como evitarlo, así es contigo. Pese a ello, aquí estoy intentando escribir con la mano temblorosa algo que llegue a describirte, aunque ni todas las palabras del mundo podrían llegar a estar a tu alcance. Siempre he pensado en huir y dejarlo todo atrás, pero des de que "todo" lleva tu nombre y apellidos, quedarme sin todo ya no es una opción. Si de mi dependiera, no dejarías de ser el postre que se adivinaba. Te confieso que cuando se trata de ti, no me salen las palabras balbuceo y me atraganto. Pero, no me preguntes si estoy enamorada, no tiene nada que ver. Alomejor un día de estos dejo de escribirte, como llevo haciendo des de que te conocí. O te escribiré solamente cuando tenga necesidad de hacerlo. Si, te quiero, pero a medida de que te quiero se me van haciendo innecesarias las palabras, tengo que saber que no es indispensable el decírtelo ¿Comprendes? Si tu no fueras tu, no diría

La historia de una imagen

Corría el año 1947, dos años después de que acabara la segunda guerra mundial, en la que participé durante todos los años que duró, por fin volvía a casa. Hacia mucho que dejé de enviar cartas a casa, necesitaba ahorrar para el viaje de vuelta .De Berlín a Georgia havia un largo y complicado viaje, pero correría cualquier riesgo por volverla a ver, al fin y al cabo todos esos años lo único que me mantenía en pie era ella. El viaje duró una semana, la más larga de toda mi vida, pero por fin llegue a casa. Me encontraba delante de la gran puerta de metal que conducía directamente al patio. El corazón me latía muy fuerte y las manos me temblaban, cojí fuerzas y abrí la puerta. Delante de mi se encontraban su hermano y ella, Por unos instantes Sofia se mantuvo quieta asimilando lo que acababa de pasar pero al fin reaccionó y se tiró a mis brazos desesperada y empezó a llorar, entre sollozos oía como me decía que me amaba. Todos estos años de guerra ella no perdió la fe y me estuvo esperan